Mi pasión por el Arte
Cuando nos trasladamos al Reino Unido a vivir en 2008 pensé que una buena forma de seguir cultivando el idioma era apuntándome a clases. En ningún momento me planteé que fueran lecciones de gramática al uso, ni mucho menos. Apostaba más por crecer en la lengua de Shakespeare en un entorno que, a su vez, me aportara algo más. «¿Y si mi incorporara a un grupo de Arte en alguna de sus modalidades?». No tardé mucho tiempo en encontrar respuesta a mi pregunta. El lugar adecuado para acometer mi objetivo, Hockley Heath Art Group, una escuela de pintura dirigida por el artista acuarelista Don Irving, quien con maestría nos enseñó a sus «doce discípulos», que conformábamos el grupo, a amar las distintas técnicas de la acuarela. A sus más de ochenta años seguía al pie del cañón impartiendo su vasto conocimiento con proximidad, despertando en mí un interés inusitado, por cuanto jamás me habría imaginado aprender la paleta de colores en inglés (raw sienna, cobalt blue, sap green, lemon yellow…). A fin de cuentas, la meta inicial era hablar en inglés y, no solo lo logré, sino que descubrí: las bondades de estas técnicas; la importancia de usar bien los colores; y, aunque suene obvio, a coger bien el pincel.


Decidí, entonces, aportar mi impronta a los cuadros y aposté por dotarlos de una variante a la acuarela, la acrílica. Así que combinando ambas y uniendo a ellas el collage, empecé a diseñar paisajes de aquí y de allá para regalárselos a mis amigas de diferentes partes del mundo. Primero seleccionaba un monumento o vista destacable del país de origen. A continuación, elegía el archivo en mi ordenador de la fotografía que cumpliera la nitidez suficiente para mi objetivo. Seguidamente, imprimía, en la mejor calidad posible, dicha foto y recortaba los elementos principales de la imagen. Después de preparar el lienzo con los colores que servirían de base, procedía a pegar el collage sobre dicho lienzo. Y, cuando ya parecía que aquello tomaba una belleza especial, le daba al cuadro el toque final. Así que, haciendo uso con una variedad de grosor de pinceles, le iba concediendo a la obra vida propia, ensalzando la hermosura del paisaje en inicio elegido.
Una vez tuve suficientes cuadros, aposté por compartir esta nueva forma de fundir estilos y organicé mi exposición. La idea gustó y los cuadros se vendieron. Poco después, vinieron más encargos que duraron hasta que cambiamos de residencia de regreso a Madrid y el tema sufrió un parón.
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